ER Diario
16/06/2022

La inestabilidad macroeconómica argentina: un problema de falta de consensos de largo plazo

"La argentina es un país rico en capacidades y recursos, sin embargo, la carencia de un consenso político legitimado socialmente, impide el despegue", dice el economista Claudio Coronel.

Por Claudio Coronel

La argentina es un país rico en capacidades y recursos, sin embargo, la carencia de un consenso político legitimado socialmente, impide aquello a lo que Rostow llamó despegue (take off) y que muchos de los teóricos del desarrollo utilizaron como «gráfica» del pase de una situación de subdesarrollo a otra de desarrollo (o atraso y avance).

Lo cierto es que ni el desarrollo puede ser reducido a una simple sucesión de etapas iguales por las cuales todos los países deben o pueden transitar, ni el subdesarrollo como un estado unívoco, sin embargo, existe un denominador común: la industrialización.

En efecto, sin llegar al extremo de hablar de sinónimos, no resulta razonable pensar al desarrollo económico sin la industrialización, ya que la industria manufacturera constituye el eje estructurante y el motor del proceso.

En este punto, conviene señalar que muchos cometen el error de tratar como pares al crecimiento económico y al desarrollo. Debe tenerse presente que, aun cuando sea necesario que el producto por persona crezca en un proceso de desarrollo, que ello ocurra no implica necesariamente que un país se esté desarrollando; esto dependerá, en todo caso, de las fuentes de ese crecimiento económico y en la acumulación de capital (en especial, industrial) que se observe.

Volviendo al principio del planteo, la tan anhelada estabilidad macroeconómica argentina difícilmente pueda ser alcanzada y sostenida en el tiempo si no se llega a un consenso en el estilo de desarrollo (de base industrial, como ya se dijo) que trascienda los gobiernos. Esto es: podrán lograrse ciertos acuerdos fiscales, monetario y cambiarios, pero en la medida en que el sistema económico no supere sus limitaciones estructurales que lo tornan dependiente y frágil a los vaivenes externos (falta de dólares, volatilidad del precio de sus bienes exportables, dependencia tecnológica, fragilidad financiera, etc.), tales acuerdos no podrán ser mantenidos o, incluso, resultar ineficientes en una nueva coyuntura (i.e. corte del financiamiento externo o cambios en el precio de los commodities), dando paso nuevamente a la inestabilidad (en el caso que, en ese lapso, la hubiere habido).

Por supuesto que existen elementos adicionales que deben formar parte de ese «consenso político legitimado socialmente» y que, como era de esperar, responden a la naturaleza de los problemas económicos estructurales que tiene el país o, dicho de otra manera, que emergen de la propia configuración del sistema económico: un ejemplo de ello es la falta de dólares.

El desarrollo económico para un país como la Argentina —que no es emisor de moneda internacional y que, además, tiene problemas con la propia— implica la necesidad de contar con las divisas suficientes para financiar el proceso.

En nuestro país, la demanda de moneda extranjera se encuentra fuertemente relacionada con el uso de la capacidad instalada de la industria y el nivel del PBI per cápita. En el primero de los casos, cuando hay crecimiento de la actividad industrial, lo propio ocurre con la demanda de insumos y bienes intermedios producidos en el exterior, así como de energía y bienes de capital; todo ello exige de divisas que el sector de manufacturas de origen industrial no produce en cantidad suficiente por sí mismo.

Ahora bien, como afirmamos más arriba, la industrialización es condición necesaria para el desarrollo; ergo, para que Argentina encauce su sendero de desarrollo se necesitan divisas.

El segundo caso —el del crecimiento del ingreso—, presupone al menos dos hechos relevantes: crecimiento del consumo de bienes y servicios producidos en el exterior (tecnología, servicios de Streaming, turismo, etc.) y de la demanda para atesoramiento de dólares, dando lugar a un segundo tipo de presión sobre el mercado de divisas.

Así, simplificando conceptos, podemos decir que el desarrollo supone un incremento de la demanda de divisas, tanto por la oferta agregada de bienes y servicios como por el de su demanda.

Este hecho emergente del tipo de estructura productiva que tiene el país, sugiere un elemento adicional que debe incluirse en un consenso para el desarrollo: la estrategia que deberá abordarse para que este crecimiento no se encuentre limitado por la balanza de pagos, porque, además de lo mencionado anteriormente, también existen otros problemas generadores de desequilibrios externos, tales como el pago por el uso de factores de residentes extranjeros, como ser los intereses, los dividendos y las utilidades que se remiten al exterior y la propia deuda externa.

Conviene recordar que la Argentina tiene la capacidad de generar divisas genuinas por varias vías: la más común, pero con mayor nivel de conflictividad interna, es la vinculada a las exportaciones de materias primas agropecuarias y las relacionadas con los alimentos (manufacturas de origen agropecuario). Ahora bien, esta no es la única, pues también existen otros sectores tales como la minería, la energía e incluso la pesca marítima; sin embargo (siempre hay un pero), existen barreras que enfrentar y legitimizaciones sociopolíticas por consensuar.

Un lugar destacado debe dársele a la minería, especialmente a la producción de gas y petróleo. Este sector es clave, dadas sus potencialidades ya verificadas de sustituir importaciones (recordemos que la industria demanda energía) y de convertirse en exportador neto, de manera que el beneficio sería doble: no solo reduce la demanda de divisas, sino que además puede generar oferta.

Otro ejemplo es el litio; un recurso clave fuertemente demandado a nivel internacional pero que, a su vez, puede (y debe) ser industrializado internamente, para ser comercializado con mayor valor agregado y demandar mucha más mano de obra directa e indirecta. Esta apreciación, sin dudas, vale también para otro tipo de minerales.

Los recursos pesqueros son escasamente aprovechados en un nuestro país e incluso, depredados ilegítimamente por otros países. Esta, es otra fuente clara de divisas.

Estos algunos pocos ejemplos muestran el desaprovechamiento que, de sus recursos estratégicos, hace la Argentina, pero que exigen, además de un consenso político, de legitimización social, dado que existen otras tensiones sociales vinculadas a cuestiones territoriales y ambientales que deben ser correctamente abordadas en pos de una mirada de largo plazo, sin que ello implique pensar en un desarrollo que no sea sustentable: esta agenda exige compatibilizar objetivos.

El problema de la inestabilidad macroeconómica de la Argentina es una emergencia de un sistema económico deficiente y producto de una industrialización inconclusa (deliberadamente, si repasáramos hechos históricos). La «salida» solo podrá ser gradual, pero exige de un conjunto no menor de consensos tanto políticos como sociales y de la mediación de tensiones vinculadas con la distribución de ingreso (puja distributiva); requiere dejar de lado mezquindades y propiciar un debate serio que atienda la naturaleza particular de la Argentina, puesto que el marco institucional del país es el resultado de su propia dinámica histórica y, como tal, la importación de arreglos institucionales diseñados por fuera del sistema (i.e. Consenso de Washington), pueden no adaptarse a las reglas de juego que imperan internamente y, por lo tanto, terminar fracasando.

El problema del país es mucho más político que económico, de manera que: sin consenso, no habrá desarrollo; y sin desarrollo no habrá estabilidad.

 

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