El dirigente radical Rubén Pagliotto reflexiona, con una mirada critica, sobre la UCR y su participación en el debate de la Ley Bases.
Por Rubén Pagliotto
El día de hoy y del que viene, serán días luctuosos, sin ninguna duda.
Hablaré, muy brevemente, como radical de los “radicales” que están dilapidando infámemente las banderas históricas de la UCR, es decir, sus principios fundacionales, sus genes identitarios.
La UCR viene ya de varios años de genuflexión y entrega de principios y convicciones, en el altar de las conveniencias. Esto arranca claramente en el 2015, cuando la UCR, en rigor su ocasional dirigencia, decide conformar una UTE electoral con el partido vecinal de CABA (PRO) y continúa hoy con esta sumisión inentendible y nauseabunda con el paleolibertario Milei y ese rejunte mamarrachesco apodado LLA.
La ley base es, por definirla coloquialmente, una deleznable y peligrosísima ley que, de forma desembozada y realmente impudica, coloca la República Argentina en la categoría infame de colonia o factoría. Acaso esta definción parezca exorbitante y hasta prediluviana en términos de la modernidad que atravesamos. Pero entiendo que describir así a la ley de bases, es no sólo correcto sino necesario y acertado.
No me imagino, cuando este experimento social implosione, con qué cara mirarán al resto de sus compatriotas, los “radicales” que desde sus bancas, dieron su voto positivo a este engendro legislativo.
Es obvio de toda obviedad, que el ominoso papel que estos apóstatas de la UCR han desempeñado por estas horas, no serán gratuitos ni sus resultados neutros.
Podría decir diez, cien o miles de cosas más, pero sería aburrir innecesariamente al lector y hasta menospreciarlo, por lo cual, quizas a modo de colofón y de síntesis ideológica sólo exprese con ahinco, aunque no exento de un profundo cansancio moral en relación a este asunto, cuánta razón tiene aquello que alguna vez dijo el gran Moisés Lebensohn y que hoy se resignifica cargado de pletóricos motivos: “Doctrina para que nos entiendan, conducta pata que nos crean”.
Está claro que doctrina hay de sobra y desde siempre se nos ha entendido, pero falta mucho, más bien muchísimo, para que se nos crea. Y de seguir en este lamentable declive moral, que parece profundizarse en el tiempo, nadie nos podrá creer y muchisimo menos respetar.